Existe un país donde los políticos corruptos perfeccionan sus trucos cada vez que se avecinan las elecciones: De promesas incumplidas, pasaron a la entrega de mercados, botas, subsidios, dinero y cuánta prebenda consideren les pueda garantizar un lugar en la corporación a la que aspiran.
Sus blancos, los electores, poco se cuestionan sobre la legalidad de sus prácticas y ya les parece normal que los alcaldes acompañen a su hermano candidato en campaña, o que en una entidad pública, se obligue a los trabajadores a votar por determinados aspirantes.
Ese país es Colombia, y en su territorio, estas prácticas están tan institucionalizadas que en las emisoras de radio no es raro escuchar comerciales que al son de un vallenato le dicen al elector: “¡Si te compran tu voto, véndelo, pero vota por otro!”
De acuerdo con una encuesta realizada por Invamer Gallup a fines del año pasado, el 7% de los colombianos aceptó haber vendido alguna vez su voto a cambio de dinero en efectivo, mercado o trabajo, lo que significa que los sobornos podrían alcanzar hasta el 12% del censo electoral. Según la encuesta, si bien al 22% de los entrevistados no se le ha comprado directamente el voto, se le ha prometido a cambio de su apoyo, trabajo, vivienda o becas.
Estos resultados son un reflejo de los cambios en las modalidades de compra de votos: Se ha pasado del pago en efectivo (que dependiendo de la región puede costar desde $20 mil hasta $200 mil), a la entrega de mercados, materiales de construcción e incluso sobornos con ayudas estatales como los subsidios de Familias en Acción y la promesa de inclusión en el sistema de identificación del Sisben.
“Lo que importa es que haya un beneficio para el elector, hecho que en cualquier circunstancia constituye un delito”, dice Nicolás Montoya, encargado del área jurídica de la Misión de Observación Electoral (MOE).
Mientras estas prácticas se repiten a lo largo y ancho del país, el Consejo Nacional Electoral se ha quejado de la falta de recursos para crear suficientes tribunales de garantía que disminuyan estos riesgos, que por supuesto se acentúan durante la jornada de votación.
Ese día, por ejemplo, en las zonas geográficamente más dispersas, los candidatos disponen buses, refrigerios y bebidas, lo que sin duda busca comprometer al elector con su aspiración. Pero hay otros delitos que suceden en época electoral.
Cloruro de magnesio
Diseño web